A los 11 años de edad, ante la repentina muerte de su padre, Justino se ve en la necesidad de empezar a trabajar como cartero para ayudar a su familia y diariamente –a la hora de la siesta- sale por el pueblo a repartir la correspondencia. Algunas cartas llegan desde Europa con destino a vecinos de origen alemán, una importante colonia allí afincada que se incrementó tras la derrota del régimen nazi.